La vieja economía, para estimular el trabajo lo asociaba al derecho a recibir ingresos. En torno a este estímulo se fue creando toda una ética del trabajo que venía a resumirse con la barbaridad de que "el que no trabaja no come". La ciencia y la técnica desarrolladas por la humanidad están a punto de librarnos de esta situación salvaje. El principal obstáculo para esta liberación es la acumulación de dinero y poder en manos de unos pocos que se niegan a contribuir con sus impuestos a la redistribución de la riqueza que es patrimonio de todos. Esta negativa empobrece a los estados y les obstaculiza, que no impide, satisfacer las necesidades más básicas, como las de unas pensiones dignas, sobre todo si los gobiernos corruptos como el de España entregan nuestros impuestos a los ricos.
Las reivindicaciones de los pensionistas son, cada vez más, cosa de todos, porque el trabajo será cada vez más escaso y todos necesitamos unos ingresos dignos, lo cual ha obligará a que cada vez más gente dependa de subsidios del estado. El trabajo de las generaciones pasadas ha generado la tecnología que hoy permitiría vivir dignamente a todos sin trabajar. Esa riqueza es una herencia de todos, así que no podemos consentir que unos pocos la acaparen y la inmovilicen a costa del sufrimiento de la mayoría.
Creo que se deben recaudar muchos más impuestos del trabajo automatizado, tantos como sea necesarios para implantar una renta básica universal y digna.