El último escándalo de Facebook, el de que ha entregaado, sin su permiso, datos privados de unos cincuenta millones de usuarios, vuelve a llamar la atención sobre el uso que hacemos de las redes y del exceso de información privada que entregamos.
En esta ocasión parece demostrado que esos datos se han usado para manipular la opinión de votantes, y que esto ha sido determinante en la victoria de Trump, un peligroso enemigo de los derechos humanos, que gracias a esa y otras manipulaciones informativas tiene en sus manos el mayor poder destructivo del planeta.
Espero que este escándalo sirva para que empecemos a desconectar de las redes de datos, al menos en el sentido de envío, y para que volvamos a tomar el control directo, físico, de nuestras vidas.
Las redes están muy bien para informarse, siempre que se contraste personalmente su información y las opiniones remotas con la realidad más cercana y con la opinión de los que tratamos personalmente. Pero no están tan bien cuando a través de ellas se van nuestra intimidad, nuestro control del entorno y las divisas de nuestro país.
En la medida que se pueda, creo que hay que evitar alimentar la acumulación de poder a través de internet, enviando los menos datos personales posibles, y borrando cuanto antes los datos ya enviados.
Conviene mirar con recelo a la web, esa telaraña pegajosa al servicio de depredadores a escala global. Nos va en ello nada menos que la paz mundial.