Desde que Italia decidió cerrar sus puertos a los barcos extranjeros con personas rescatadas en el mar se han reanimado los debates sobre las obligaciones humanitarias de los estados y sobre el derecho a emigrar.
En cuanto al deber de asistir a personas en peligro de muerte, ya sea en el mar o en cualquier circunstancia, pienso que no caben debates, sino cumplir con ese deber. No se puede dejar de acoger a personas rescatadas del mar bajo ninguna excusa por muy legal que esta sea en el país implicado.
En cuanto al derecho a emigrar, a cambiar de residencia, pienso que es un derecho natural de cualquier persona el de moverse por todo el mundo sin necesidad de dar explicaciones. Ese derecho sólo se ha interrumpido desde hace muy poco, a escala histórica, desde que la tecnología ha permitido fijar la nacionalidad en documentos y desde que se delimitan fronteras mediante guerras.
No estoy en contra de las divisiones territoriales si se hacen para proteger los recursos locales frente a la explotación externa. Pero esas fronteras deberían ser un límite para el tráfico de mercancías, no deberían impedir la emigración. No es la emigración la que agota los recursos de un país. La gente no es tonta, no emigra hacia un país con pocos recursos si puede mejorar su lugar de residencia habitual. El problema de la emigración hacia los paises desarrollados se debe a que estos han esquilmado antes los recursos de los paises de origen de los emigrantes.
Quiero creer que en un futuro no muy lejano la libertad de movimientos de las personas prevalecerá sobre la libertad de mercado, que volverán las fronteras para las mercancías y la especulación financiera, y que la emigración libre enriquecerá el mundo porque todos contribuiremos a cuidar el lugar donde vivimos actualmente sin dejar que lo exploten los que ahora mueven el dinero por todo el planeta a la velocidad de la luz sin impedimentos.