La expansión de la enfermedad contagiosa covid-19 ha dejado en evidencia los peligros del capitalismo y la globalización de los negocios.
La ambición de unos pocos por el dinero y el poder, y su lucha contra los impuestos, ha tenido tanto éxito que ha debilitado los estados y la sanidad pública. Al mismo tiempo, los viajes de negocios y de turismo, facilitados por los combustibles que se extraen casi gratis de la tierra, están expandiendo los contagios explosivamente, a un ritmo que supera con mucho la capacidad de respuesta de los servicios sanitarios públicos (los privados ni siquiera atienden a los contagiados, o cobran unos precios prohibitivos).
Los estados, que excepto el chino están muy debilitados, intentan contener el incendio global de contagios, pero no hay cortafuegos. Hoy por hoy es imposible evitar que las personas viajen, porque todos dependemos de recursos y servicios globalizados.
Por suerte, y de momento, esta enfermedad no es de las de más mortandad, ya que muere "sólo" en torno al 2% de los infectados, así que puede que esta situación nos sirva para aprender qué debemos cambiar, antes de que se extienda otra desgracia global mucho peor, como el calentamiento global u otra enfermedad más mortífera.
En mi humilde opinión, deberíamos aprovechar los conocimientos científicos y técnicos para dar más autonomía local a las actividades humanas. Producir, consumir y reciclar con el mínimo transporte posible de personas y mercancías, reutilizando y reciclando recursos locales mediante energía solar, que llega de sobra para todos. Al mismo tiempo, fortalecer unos servicios públicos globales que puedan socorrer rápidamente a las comunidades locales en casos de emergencia.