El comportamiento obsesivo compulsivo lleva a los super ricos a acumular fortuna sin poder parar.
El mismo impulso que les hace acaparar lo que no necesitan a costa de los necesitados lleva a los super ricos a realizar proyectos gigantescos de muy dudosa utilidad para la humanidad y su entorno. Un caso muy llamativo es el empeño en hacer cohetes espaciales monstruosos, común a dos de las personas más ricas: Jeff Bezos, propietario de Amazon, y Elon Musk, el jefe de Space X.
Los cohetes que quieren construir son mayores que el Saturno V, el que llevó al hombre a la Luna. Ese modelo ya estaba al límite del tamaño que permitía cierta seguridad (en torno a un fracaso catastrófico por cada 10 lanzamientos) a pesar de que contaba con una porción importante del presupuesto de la nación más poderosa del mundo.
Cualquiera que reflexione sobre los futuros cohetes gigantes, sin dejarse llevar de la pasión por los viajes espaciales, percibe el enorme riesgo que es lanzar esas moles con una aceleración varias veces superior a la gravedad terrestre sobre chorros de fuego, construidos con el mínimo de materiales para aligerarlos, con mucho riesgo de superar el límite de su resistencia.
Me parece evidente que el progreso en los viajes espaciales tripulados no pasa por hacer los cohetes cada vez más grandes a nivel del suelo, sino por construir las naves en órbita partiendo de masas pequeñas, porque una vez en órbita no es necesario someter la nave a grandes aceleraciones. Esas masas pueden consistir en equipos complejos fabricados en tierra, pero también de materias primas para las estructuras y combustible, que podrían provenir en un principio de la Tierra, mediante cohetes modestos pero seguros, aunque a la larga sería más práctico extraerlas de un lugar cercano y con poca gravedad: la Luna.
Lamentablemente, los proyectos a largo plazo, también en materia espacial, en lugar de destinarse al bien común y regirse por razones científicas, se dejan en manos de la industria privada, dominada por los caprichos y obsesiones de los ricos megalómanos, que no renunciarán a ellos más que cuando su obsesión les lleve a la ruina.